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MANU OCHOA, EL DIRECTOR QUE QUERÍA SER ACTOR

 



MANU OCHOA, EL DIRECTOR QUE QUERÍA SER ACTOR

 

Manu Ochoa es un director del que oirás hablar aunque no quieras, su todoterreno trabajo (sólo en un año va a estrenar cinco largometrajes) se encargará de ello tarde o temprano. Su rodaje incontenible bebe del cine menos nocivo y esto es, según sus propias palabras: la “inocencia de probar aunque salga mal”.

 

A punto de sacar a la luz su nueva película, ‘Gafas de ver’, la anterior, ‘Elvira’, aún llena las butacas del Artistic Metropol de Madrid, donde se ha programado cada domingo desde su estreno. Es en la que más confía, reconoce, y el público parece secundar su propuesta, inaudita al fin y al cabo dentro del panorama del cine español: un cuento ordinario repleto de pequeños detalles extraordinarios.

 

 

Por que Ochoa tiene la mirada de aquél que mira y ve el Universo en una canica, de quien se toma la vida en pequeñas dosis, como su Elvira se toma sus píldoras en la película en un hermoso juego de azar. Al fin y al cabo esto del cine tiene mucho de ruleta rusa. Y quizá esto le convierta en uno de esos directores maravillosamente erráticos, que sabe lo que quiere, pero no como lo quiere… pero de eso se encargan sus personajes. O mejor dicho, sus actores. Porque Ochoa, que quería ser actor pero que acabó con una cámara entre las manos, desdibuja cada uno de sus guiones para que sus intérpretes (un elenco fiel en casi toda su filmografía desde que se conocieran en la escuela Cristina Rota de Madrid) compongan a su manera cada una de las caras de sus cuentos poliédricos.

 

 

Con ellos se exponía cada fin de semana a los tomatazos (o no) de las famosas funciones de la ‘Catársis’ de la escuela de teatro, hasta que decidieron dar el salto al cine sin arnés. “Nadie nos llamaba”, dice, y “un día dijimos: pues nos hacemos una peli, qué más da, puede salir mal… pero bueno”. Y Ochoa, que es un “escritor compulsivo” se hizo cargo del guión y la dirección. Lo que no imaginaba es que esto del cine conlleva también un pesado lastre de distribución.

 

Su debut con ‘Despedida de soltero’ (2012), se convirtió en todo un bautismo de fuego. Ochoa, que reconoce no tener formación como director, “ni sabia lo que era un salto de eje o un primer plano, e hicimos la peli sin miedo a los errores técnicos”. Al margen de su modestia, la película merece ser descubierta incluso por esos supuestos errores, ya que lo bueno del cine low cost (“y yo soy low low cost”, dice Ochoa con sorna), es que no permite que pase nada desapercibido para el espectador, ni lo bueno ni lo malo.

 

 

Así, el encanto de este truco de magia que juguetea con el engaño de géneros hasta encontrarnos plácidamente en una fábula sobre el abandono se queda pegada al espectador como la ropa sucia, como los errores que todos cometemos en nuestra vida. Eso sí, su debut no sólo permite descubrir un fabuloso trabajo actoral (que cualquier director de casting que se precie no debería pasar por alto), sino el primer esbozo de un estilo narrativo propio e inconfundible que ha ido definiendo a Manu Ochoa como un moderno cuentacuentos. Y eso que, a pesar de todo, es patente su esfuerzo por la experimentación hasta límites insospechados para el cine consumible. “Me gustan las historias raras, qué le voy a hacer”, concluye.

 

 

ELVIRA Y LAS CINCO CRISIS DEL APOCALIPSIS

 

Su narración descapitulada, apeándose sin prisa en cada personaje secundario, a cada cual más extraño pero sin caer en la caricatura (de nuevo los actores), y un gusto sutil por los detalles que conforman el retrato más personal (ese de diario privado) rozan la exquisitez de los primeros trabajos de Julio Médem.

Así, su ‘Elvira’ ofrece el retrato desfeminizado (ese siempre fue el secreto de Médem) de una chica que se pone en duda a si misma para encontrarse de nuevo sin tener para ello una meta clarividente.

 

Por eso, encontrarse con ‘Elvira’ es un soplo de aire fresco en mitad del panorama anquilosado de historias manidas y desarrollos previsibles, y aunque al film de Manu Ochoa pueda reprochársele precisamente cierta carencia resolutiva esto se debe a que nos gustaría quedarnos con ‘Elvira’ una píldora más, y otra más. Pero Ochoa, que no entiende de métodos de guionización, no se mete en el berenjenal de un libreto imposible de concluir, y simplemente desarrolla las páginas más personales de una historia, nacida de un simple brainstorming con su compañera de piso, nos confiesa.

 

 

Por eso es crucial descubrir esa ‘Despedida de soltero’, para ver el Universo en cada canica. Curiosamente ‘Elvira’ (2013) fue la segunda película que rodó con el equipo que ha acabado por denominarse MapaNublo Films, pero los problemas de montaje y la inesperada problemática de autodistribuir las películas la han puesto como colofón en la retahíla de estrenos con la que MapaNublo se presenta.

 

La tragedia de personajes alterados de ‘Amor verdadero, teoría y práctica’ y la tan desconcertante como gratificante ‘Las cinco crisis del Apocalipsis’ se colocan en medio (todas ellas proyectadas a lo largo de 2013 en el Metropol, por cierto). Ésta última deja clara la fascinación de Ochoa por el trabajo de trans-creación y se atreve con una complicada experimentación formal para contar (interpretación mediante de más de cien actores) varias historias aparentemente desordenadas. Expresionismo, realismo, video-realización, voauyerismo y periodismo confluyen de  manera tan errática como fascinante para explicar las cinco razones filosóficas de una crisis: la efectividad, la creatividad, la existencialidad, los valores y la afectividad.

 

 

Así, ‘Elvira’ viene a aliviar la complicada puesta en escena de ‘Las cinco crisis del Apocalipsis’ y que Ochoa concibió de esta manera, dice, simplemente “para no quemar a los actores”. De este modo, la película de ‘Elvira’ retoma esta nueva catarsis crítica desde una óptica de ficción más digerible pero que entronca más con ese descenso a los infiernos (a veces divertido, a veces no) de una ‘Alicia a través del espejo’ más cercana a su antecesora en la cronología de rodaje, que es ‘Despedida de Soltero’.

 

 

UN PASO ATRÁS PARA AVANZAR

 

Tras la buena acogida de ‘Elvira’, Manu Ochoa tiene en el disparadero su próxima película, ‘Gafas de ver’, mientras concluye el rodaje de una sexta: ‘Mil sonrisas’. El tour de force al que se ha visto sometido para sacar a la luz en un solo año una producción que se remonta a 2009 le han obligado, al final, a hacer las películas que le gustan y como le gustan.

 

¿Qué como ha pasado desapercibido el estreno de cinco largometrajes cuando nos llevamos las manos a la cabeza pensando que Woody Allen estrena uno cada año? Quizá por esa otra cara de la moneda de la que nunca hablamos en esta sección de Cine Oculto por el hecho de defender el cine low cost a toda costa. Y es que autodistribuir una película consume mucho tiempo. Es cierto que este ejercicio mantiene pegado a la película a su creador, desde la escritura del guión hasta su pase en la sala, pero al final eso pasa factura. Ochoa, que se reconoce encantado de poder pasar el testigo de la distribución si fuera posible, lo hace todo, “distribución, casting, mover a la gente al cine, supervisar el montaje….” un sobreesfuerzo que posiblemente le esté costando pasar desapercibido (injustamente) en el calendario de festivales. Porque no se puede estar en todos lados.

 

 

Quizá por ello Manu Ochoa ha abordado como quiere, ahora sí, tanto ‘Gafas de ver’ como ‘Mil sonrisas’, sin miedo a la experimentación con mezcla base de química inestable para lograr algo tan sorprendente como ‘Las cinco crisis del Apocalipsis’. La primera, ‘Gafas de ver’, “es una peli arriesgada de la puede que la gente se salga del cine, con escenas sin contacto a través de conversaciones por teléfono”. La segunda, ‘Mil sonrisas’, promete no dejar indiferente a nadie con la hipótesis de una sociedad supersticiosa en la que la gente piensa que morirá si no se ríe. Se trata de “una experimentación actoral a modo de falso documental”, dice sobre un proyecto pensado a base de monólogos en los que cabe la interpretación. “Siempre busco cosas nuevas, aunque reconozco que es ambicioso”, concluye.

 

 

LOS ACTORES DEL CINE OCHOA

 

Llegados a este punto queda clara la importancia supina que Ochoa otorga al trabajo de interpretación para construir sus largometrajes. Arianna Fortes, Jonai Rodríguez, Alba Quiñones, María Mocholí, entre otros, son algunos nombres ya fieles a su reparto que dotan de un inusitado carisma a cada personaje que les propone Manu Ochoa (y que como actor nato, tampoco se resiste a aparecer en algún que otro papel).

Además, Ochoa ha tenido el acierto (o la suerte) de contar con cameos de peso en cada una de sus películas (Jorge Sanz, Beatriz Rico, Alex O’Dogherty, Macarena Gómez o Alberto San Juán se pasean por sus películas con naturalidad), mezclándolos con el resto de personajes y dejando claro que en esto de la interpretación nunca ha habido clases.

 

 

Pero hay otros actores que hacen del cine de Ochoa una denominación de origen. Para empezar Madrid, una ciudad que se ha encargado de retratar con minuciosidad este logroñés afincado en la capital a base de planos generales del skyline, detalles de barrio, zonas icónicas y aplicaciones visuales cargadas de emotividad.

 

El otro actor, en sí mismo, es el propio guión. Que a pesar de su polimorfismo y ambigüedad lineal está siempre presente. Al fin y al cabo, para un cineasta autodidacta “el guión es esencial… porque sino al final tu mismo te pierdes”, dice.

 

 

Y finalmente el modelo de rodaje a toda costa. Con una media de (auto)financiación de 1.000 euros por película, la producción de cada una de ellas deja muy por debajo el listón de los 15.000 con los que ya empezamos a considerar una película como low cost sin que por ello repercuta en la calidad. Ochoa, que posa con divertida abnegación en uno de los pases de ‘Elvira’ con una claqueta echa con una tabla de cortar jamón (en la foto tomada por la periodista Henar Álvarez) y nos enseña un micro de corbata acolchado con cinta de carrocero, nos explica como construyó un travelling con tubos de PVC simplemente por ver qué era eso del travelling. Y, mientras, un pequeño trípode y una cámara Canon 5D aguardan en su mochila (siempre consigo) a que vuelva a recuperarla y seguir rodando. Siempre rodando. Al final, este director que quería ser actor le ha cogido el gusto al vicio del cine y concluye que “yo solo quiero hacer películas, no pasaría nada si no fueran mis guiones. No sé si soy buen director, pero estaría de ayudante o de lo que fuera o en cualquier rodaje….”. En el fondo no hay otra manera de hacer cine, sino haciéndolo.

 

UC (Manu Cabrera).